No grave will hold me...

No grave will hold me...
Os estoy vigilando...

jueves, 29 de diciembre de 2011

The Organ (1/2)


La ópera de Madame Butterfly terminó, y el público se alzó de sus butacas de terciopelo rojo para bramar con un atronador aplauso. Los artistas del canto bello se alinearon frente a los oyentes para recibirlo, conmovidos y agasajados en su última actuación de la temporada.

Sin embargo todos ellos sabían, con sana envidia, que ninguno de ellos recibiría más aplausos que la soprano principal de la obra, Christine Betancourt. Bendecida con una voz que acariciaba los sentidos como una sábana de seda, la hermosa cantante había ascendido a la cumbre tras una meteórica carrera. Aristócratas, nobles y melómanos de la gente llana caían a sus pies desde la primera nota sin importar qué opera protagonizara.

Su interpretación impecable se caracterizaba por una empatía total con el personaje a quien poseía. Christine era capaz de contagiarte sus lágrimas o de hacerte sentir el ardiente fulgor de la ira. Y así es como encandiló a Johan Laplace.

Ella no sabía su nombre, pero sabía quién era. Aída en Munich, El Barbero de Sevilla en Madrid. Nueva York, Sydney, Moscú… Después de cada actuación, durante la celebración de los actores, llegado cierto punto de la noche, siempre ocurría lo mismo. El camarero de turno le ofrecía una copa de buen champagne, “de parte del caballero de aquella mesa”. Cada vez que Christine miraba, un apuesto hombre le sonreía desde una mesa cercana al tiempo que levantaba su copa. Ella siempre bebía su copa mientras le devolvía una sonrisa con sorna, para después ignorarle y seguir con la fiesta.

La soprano estaba acostumbrada a gestos así. Se trataba de una mujer muy hermosa, de rasgos orientales por parte de su madre, un largo y liso cabello moreno y una piel fina como la porcelana. Su camerino antes y después de las actuaciones parecía una selva debido a los numerosos ramos de flores que recibía procedente de sus admiradores. Al comienzo de su carrera no dejaba de sorprenderse y emocionarse, pero la fuerza de la costumbre endureció su carácter, algo que no acababa de gustarle del todo. De todas maneras, pese a su constante rechazo, el misterioso caballero que la invitaba a champagne nunca cejaba en su empeño, si bien tampoco insistía. La soprano no pensaba en él más de lo que se molestaba pensar en la más banal de las anécdotas.

La ópera de Madame Butterfly tuvo lugar en París, y la trouppe lo celebró aquella misma noche en un discreto local cercano a los Campos Elíseos. Christine estaba agotada, pero sus compañeros no tenían mucha intención de terminar pronto. No iban a volver a trabajar juntos hasta pasados varios meses y, si bien los miembros mayores de los artistas ya se habían retirado, los más jóvenes pretendían disfrutar de la noche al máximo. Christine casi fue llevada a rastras por sus compañeras Marine y Beatrice.

La velada transcurrió de manera agradable. La música sonaba y las copas fluían. Marc, uno de los barítonos del grupo, se le declaró a Christine, rodilla en suelo, más movido por el alcohol que por el sentimiento. Teatral, la soprano se llevó las manos al pecho fingiendo desconsuelo y le rechazó entre sollozos fingidos y las risas del resto de compañeros. El muchacho, persistente, lo intentó después con Marine, que también llamaba la atención por sus penetrantes ojos y sus carnosos labios, pero ésta fue menos condescendiente. Le lanzó su bebida a la cara alegando que no era el segundo plato de nadie. Los chicos de la trouppe sorprendieron después a Marine con un ramo de rosas, para despedirse de ella ya que en la siguiente temporada pasaría a protagonizar óperas como soprano con un elenco distinto.

Entre risas y lágrimas de emoción, la noche avanzó, y Christine se dio cuenta, sorprendida al verse algo desilusionada, que el apuesto caballero que la seguía de obra en obra no había aparecido aquel día. Melancólica y algo exhausta se pidió una copa de champagne en la barra del local y se sentó en un taburete. Miró la copa y suspiró.

-         Otra para mí por favor – oyó tras de sí.

No necesitó conocer la voz para saber de quién se trataba. Su apuesto seguidor hizo su entrada, esta vez más cerca de lo habitual, pero todavía manteniendo las distancias. Sonreía, sabiéndose reconocido sin mirarla.

-         Me estaba empezando a preguntar cuándo aparecerías – rió Christine.

-         ¡Oh, así que estás ahí! – fingió él de manera exagerada.

Ambos se observaron en silencio. Él vestía como siempre, con un elegante traje que en aquel local destacaba por ser demasiado sofisticado. Su pelo era castaño y corto, y sus ojos verdes la observaban a través de unas gafas de monturas al aire. Ella, por el contrario, vestía de manera más informal, acorde con la ocasión. Unos pantalones vaqueros y una camiseta de tirantes negra y escotada, cubierta por una blusa blanca.

Ella acercó su taburete.

-         ¿Cómo te llamas?

-         Johan. Johan Laplace. ¿Puedo preguntar qué ha cambiado para que por fin pueda estar hablando contigo?

-         Pues que ahora mismo, si te digo la verdad, estoy muy cansada para desdeñarte – dijo con una media sonrisa; los párpados le pesaban al pestañear.

-         Mi plan entonces ha funcionado – contestó él tras una carcajada, alzando su copa.

Ella ladeó la cabeza, de modo que su cabello se balanceó, reflejando los focos de colores del local.

-         ¿Cómo debería de tomarme eso? ¿Eres una especie de acosador? – en su tono de voz denotaba que no estaba preocupada por ello.

-         No…  – dijo él – Nada de eso. Tan solo soy un admirador paciente.

-         ¡Desde luego! Paciente y con dinero – añadió Christine mirando su traje y recordando verle en distintos países – Tal vez incluso me convengas – bromeó.

Conversaron durante un largo rato mientras la noche seguía desenvolviéndose a su alrededor. Johan Laplace era cirujano. Parisino, al igual que ella, llevaba siguiéndola desde la primera vez que apareció como cabeza de cartel, haría ya más de un año. A pesar de que ganaba un buen dinero en su trabajo, había heredado de su padre, un prestigioso empresario, tanto la fortuna que le permitía viajar a su antojo como la pasión por la música. El padre de Johan había sido mecenas de un pequeño grupo de cantantes de ópera y fueron numerosas las noches en las que llevaba a su familia con él a escuchar sus representaciones.

-         Mi padre – dijo ella – también era como el tuyo. De hecho, me llamo Christine por Christine Daaé.

-         ¿El personaje principal de El Fantasma de la Ópera? – rió él.

-         ¡No te atrevas a reirte! Me siento muy orgullosa de mi nombre– repuso ella con media sonrisa. Él hizo un ademán de cerrar la boca.

Amaneció. Muchos de los compañeros de Christine se retiraron, no sin antes dedicarle una pícara sonrisa por su conquista de aquella noche, a las que ella respondía con un simple gesto de mano. Su conversación se tornó más íntima cuando John hizo alusión al hecho de que la fama de la soprano posiblemente le facilitaría las cosas con los hombres. Ella sonrió.

-         No me hace falta ser famosa para seducir a un hombre – respondió.

Ambos rieron, y al cabo de unos segundos se sorprendieron mirándose a los ojos en silencio.

-         Creo que no puedo más – dijo ella –. Estoy exhausta…

-         Es tarde – dijo él – pero no quisiera que esta velada acabase tan pronto. ¿Podría invitarte a cenar esta noche?

Puede que fuera el cansancio, o quizás porque realmente había sido una noche agradable, pero Christine aceptó.

-         Si quisieras decirme dónde te hospedas… – comenzó a decir Johan.

-         He aceptado a cenar contigo, Casanova, no creas que te diré dónde vivo tan fácilmente – interrumpió ella entre risas.

Él la ignoró guiñándole un ojo.

-         … enviaré a mi mayordomo a recogerte, pongamos… ¿a las ocho y media?

-         ¿Aun están de moda los mayordomos? – hizo una pausa en la que se sorprendió mordiéndose el labio – Tiene usted una cita, caballero.

Ella cogió una servilleta y sacó un bolígrafo de su bolso. Una vez escribió en el frágil pedazo de papel, se lo pasó a Johan.

-         “Frente al ascensor de la Torre Eiffel” – leyó él – ¿Tan malo es tu sueldo? – rió.

-         Te he dado una dirección. Y tendrás suerte si me presento… – dijo ella con sorna.

-         Señorita – respondió él a modo de despedida.

Johan entonces se levantó y le besó la mano gentilmente. Ella respondió con fingida indiferencia y, acto seguido, él se marchó.

-         ¡Llevo casi dos horas esperándote en la barra así que me lo vas a contar absolutamente todo, arpía descarada!

Marine esperó lo suficiente como para asegurarse de que Johan no la oiría, y gritó todo lo que una noche de jolgorio le permitió a su garganta.

-         Te cuento que me voy a dormir, señorita… –  dijo Christine mientras se levantaba.

-         ¡Oh, no! ¡No te atrevas!

Christine la ignoró a propósito conteniendo la risa, mientras oía cómo su amiga despotricaba desde la puerta del local, que se negaba a abandonar a pesar de que los primeros rayos de sol iluminaban la ciudad.

La soprano vivía en un lujoso apartamento en el casco antiguo de París. Sin embargo, aquel día se hospedaba en el hotel donde también se alojaban sus compañeros. Le encantaba aquella vida. Quería aprovechar hasta el último día de los hoteles y servicios antes de volver a su hogar, donde todo estaba como lo recordaba. Donde nada era nuevo para ella. Aquel era el aspecto que más le gustaba de su trabajo, viajar. Conocer el mundo así como conseguir que el mundo la conozca a ella.

Su día transcurrió tranquilo. Hizo subir comida a su habitación mediante el servicio de habitaciones y comió en la cama, viendo una película de pago. Después de ello descansó, para compensar las pocas horas de sueño de aquella noche. No podía evitar levantarse temprano sin importar lo que trasnochara, ya que su reloj biológico aun estaba adaptado al horario de ensayos, pruebas y actuaciones.

Antes de su cita, con tiempo suficiente, Christine se dio un baño de burbujas en la amplia bañera de su habitación. Encendió un par de velas y apagó las luces antes de desnudarse y meterse en el agua caliente. El sonido del crepitar de la espuma inundó sus oidos y se sumió en un profundo estado de relajación.

Entonces fantaseó. Pensó en Johan y en su cita de esa noche. A pesar de que era un hombre de un atractivo arrebatador y un carisma magnético, en su opinión, Christine no solía entregarse a un hombre fácilmente. Y muy rara vez en una primera cita. Sin embargo, en aquel momento estaba sola, sumergida en un agua cálida bajo un mar de burbujas y bañada por una luz ténue. Cerró los ojos y, lentamente, comenzo a acariciar su cuerpo fingiendo que sus manos eran las de Johan. Amparada por la oscuridad, sin ninguna prisa. Sus jadeos y suspiros se perdieron entre las burbujas. El agua ahogó un grito de éxtasis. La intimidad de aquel baño apenas iluminado por las titilantes velas guardaría su secreto para siempre.

Muy relajada, y habiendo eliminado algo de tensión por la cita, salió del baño, se secó y comenzó a vestirse. Se decidió por un vestido largo de seda de color azul marino. Una vez se hubo recogido el pelo y maquillado ya estaba lista para su peculiar encuentro.

Desde su habitación Christine solicitó a la recepción del hotel que un taxi la recogiera en la entrada. Una vez lo cogió, le dijo al taxista que le llevara a los Campos de Marte, donde se sitúa la Torre Eiffel.

El taxi se detuvo en la entrada y su conductor le preguntó si quería que la acercara a algún punto en concreto de los Campos. Ella negó con amabilidad, ya que le apetecía caminar un poco. Tras pagar al taxista y dejarle una sustanciosa propina, se bajó del vehículo. La Torre se erigía en el extremo de los Campos de Marte más cercano a la , orilla del Sena, y se encontraba iluminada ya que estaba anocheciendo. No hizo falta acercarse mucho para poder otear la enorme limusina que se encontraba en el tramo de carretera más cercano a su base.

Cuando Christine se acercó al larguísimo vehículo se abrió la puerta del conductor. No hacía falta mirar dos veces a la persona que salió de la limusina para identificar a un mayordomo prototípico: traje negro con camisa blanca, pelo blanquecino, porte británico y aire taciturno. Christine no pudo reprimir una sonrisa.

-         ¿Señorita Betancourt?

-         Esa soy yo – dijo, sin dejar de sonreír.

El mayordomo procedió entonces a abrirle la puerta de los pasajeros. La cabina era amplísima y contaba con un minibar y una televisión, pero no había nadie.

-         ¿Y Johan?

-         El señor me ha enviado para que la lleve a su mansión, señorita – dijo con voz grave.

“Esto se pone cada vez mejor…” pensó ella. Seducida por el lujo, entró en la limusina y el mayordomo la cerró tras ella. Una vez dentro pudo escuchar un hilo musical tenue. Segundos después la puerta del conductor se cerró y el vehículo comenzó a moverse.

El trayecto duró unos veinte minutos. El mayordomo abrió en un par de ocasiones la ventana que separaba la zona de pasajeros de la cabina del conductor, para recordarle que podía servirse la bebida que gustase y usar la televisión a placer. Sin embargo, Christine se relajó y disfrutó de la opulencia de aquella limusina, observando el paisaje urbano de París a través de los cristales tintados.

La limusina se detuvo, y el mayordomo le abrió la puerta. Una vez salió, la soprano observó la imponente mansión en la que vivía Johan. Unos farolillos iluminaban el jardín que precedía a la casa en sí. Y en la entrada de esta se encontraba Johan, sonriente, que comenzó a atravesar el jardín en dirección a la puerta principal. La arquitectura de la mansión era antigua, pero no demasiado, y se podían observan en su fachada elementos modernos tales como antenas parabólicas, cámaras de seguridad o extractores de aparatos de aire acondicionado. Cuando Johan llegó hasta ellos, abrió la puerta metálica de la entrada.

-         Me alegro de que al final haya venido, Señorita Betancourt.

-         Cuidado, Casanova, todavía puedo decirle a…  – miró al mayordomo, cuyo nombre aun no conocía.

-         Ronald, señorita – dijo éste, aludido.

-         Aun puedo decirle a Ronald que me lleve a casa.

Johan tomó la mano de Christine para que le permitiera besársela. Ella accedió con una sorna que no pasó desapercibida.

-         Me temo que le pago demasiado como para que no haga lo que yo le digo, ¿verdad, Ron?

Como cabía esperar, la expresión del mayordomo permaneció impertérrita.

Los dos hombres flanquearon a la mujer a través del jardín al interior de la casa. La puerta era doble y de madera, de varios centímetros de espesor. El ruido que hizo al abrirse sobre sus goznes de hierro reververó por el hall de la casa. Estaba muy iluminado, era de paredes blancas y suelos de madera. Unas escaleras se situaban al fondo y llevaban al segundo piso.

-         ¿Tienes hambre, Christine? – preguntó Johan.

-         La verdad es que no mucha – dijo ella.

-         Perfecto, me moría de ganas de enseñarte algo.





(Pulsa AQUÍ para ir a la Parte 2)

jueves, 15 de diciembre de 2011

Jogging



Se trata de una tira totalmente verídica. Me resulta imposible respetarle... xD

¡Por cierto, novedades!

¿Os gusta el Rock? ¿Os gusta el Metal?

¡Pues esto os encantará!

Como colaborar en 859.345 sitios NO ES SUFICIENTE, desde hace un par de semanas colaboro en el podcast Club de Coleguitas, de mi ídem Álex Berlanga. Copresento con él un programa lleno de buena música y buen rollo. ¡Seguro que os gustará! Dejaré el link en el sidebar en la sección "Sitios en los que Colaboro". También podéis pulsar la siguiente imagen.




¡A cuidarse!

sábado, 26 de noviembre de 2011

No granny




Es lo que tiene ser el hombre más sexy del universo occidental.
A veces es una carga, no os creais.
Pero generalmente no.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Erased

¿Qué puede hacer alguien tan sediento de venganza que piensa que matar no es suficiente? Afortunadamente la época en la que me encuentro me ofrece una alternativa.

Y nunca mejor dicho.

El teletransporte me trasladó al interior del recinto que llevaba al Túnel de Gusano. El complejo estaba casi desierto, salvo por los dos desganados guardas designados a proteger el recinto de intrusos. Afortunadamente para mí, yo no era un intruso allí. Eso me facilitó la tarea de librarme de ellos con mi arma aturdidora.

Me dirigí al ascensor que llevaba al Túnel con mi, a falta de una palabra mejor, carga. Sus pataleos e intentos de resistencia fueron a menos a medida que la droga que le administré en la cápsula de teletransporte hacía su efecto. Mi carga no era una persona muy corpulenta, así que no tuve mayor problema para arrastrarle a la cámara del Túnel. Una vez dentro del ascensor le quité el pedazo maltrecho de tela con el que le cubrí la cabeza.

El rostro de Jethro Similian era un mapa. Un ojo amoratado, una ceja partida, la nariz doblada en un ángulo poco común y varios dientes de menos. Le cogí de la pechera y le alcé mientras sonreía. Estaba desorientado por la droga, pero aun consciente porque yo le quería mantener así.

- ¿Puedes oírme, Jethro?

- ¿Qué…? – balbuceó – ¿Qué quieres de mí…?

- Te voy a contar por qué estamos aquí. Sé a lo que te has estado dedicando desde hace más de tres años. ¿Y sabes por qué lo sé? Porque vengo del futuro, Jethro. ¡Y traigo buenas noticias! Tuviste éxito, jodido hijo de perra.

Dicho esto le propiné un puñetazo y le dejé caer. El ascensor tardaría aun unos minutos en llegar a la cámara, ya que estaba a varios kilómetros de profundidad, hundido en la astenosfera de la Tierra. Se supone que la presión que se genera de este modo ayudaba a mantener estable el mecanismo del túnel.

- Lo conseguiste – proseguí –, el ADN que intentas sintetizar llegó a ser estable y a poder transmitirse de una bacteria a otra. He de decir que se trataba de una obra de arte. El plásmido que transmite tu secuencia de ADN otorga al organismo unicelular que lo reciba la capacidad de generar toxinas específicas que reconocen los anticuerpos generados por las células de organismos humanos criados en las condiciones que se dan en la Tierra. ¿Sabes cómo se denominó a lo que ocurrió después, Jethro? El Genocidio.

Hice una pausa. Me miraba boquiabierto desde el suelo. Pude ver que parte de su sorpresa no era por la situación en la que se encontraba, sino por ser consciente de la certeza de que en el futuro conseguiría su propósito.

- ¿Sabes cuántas personas terrícolas habrá dentro de cinco años? Trece mil millones, Jethro. Y a esa cantidad de gente hay que sumarle los no pocos habitantes de Marte originarios de la Tierra. En el año 3483 te convertirás en el mayor asesino de la historia mientras te ríes a carcajadas desde tu laboratorio en Marte. Dos años después morirás, asesinado por alguien bastante menos enfadado contigo que yo.

La puerta del ascensor se abrió a la cámara de control del dispositivo del Túnel. Hará más de cuatrocientos años, a principios del siglo XXX, se consiguió dominar la tecnología del teletransporte, gracias a los avances de la física cuántica y a la mejora en los ordenadores, que fueron desarrollados para soportar los billones de petabytes de información que se debía procesar para reconocer todos los átomos de un organismo, así como la posición de todos y cada uno de sus electrones. De este modo los mecanismos de teletransporte podían desintegrar las moléculas de un ser vivo en un lugar y transmitir toda esa información a otro. Esto facilitó la colonización del planeta rojo, una vez la Tierra llegó al punto crítico de capacidad y recursos.

Esta tecnología dio origen a la investigación de algo mucho más ambicioso. Aquello que el ser humano siempre había deseado desde que fue consciente de la posibilidad: el viaje en el tiempo. La velocidad de la luz siempre había sido una traba que se interponía a la hora de plantear un experimento factible sobre el viaje temporal. Se podían generar motores capaces de superar los tres cientos mil kilómetros por segundo, gracias al descubrimiento de no una, sino tres tipos de partículas que viajan a una velocidad mayor que la luz: la Tríada Chornos. Pero siempre quedaba la misma cuestión en el aire: para viajar en el tiempo se requería superar la velocidad de la luz, sí, pero se necesitaba espacio para desarrollar tamaña proeza. Preferiblemente una línea recta, como una pista de aterrizaje de trillones y trillones de kilómetros. Evidentemente, esto dificultaba ligeramente el desarrollo de los viajes en el tiempo.

Entonces surgió la idea del Túnel de Gusano. El planteamiento era simple: una pista de aterrizaje infinita, mediante la combinación de dos terminales de teletransporte en línea. Así, el dispositivo de viaje temporal atravesaría uno de ellos, apareciendo en el otro para llegar de nuevo al primero en ciclos infinitos y conservando el momento de inercia y manteniendo la aceleración.

El siguiente paso era el desarrollo de una aleación que no se desintegrara al alcanzar y superar la velocidad de la luz. Eso llevó a más de un siglo de investigación y quebraderos de cabeza, pero finalmente se logró construir una mezcla de metales a una presión suficiente como para, no solo soportar el castigo de superar el límite de la luz, sino también para contener en su interior a organismos vivos y a salvo. La cápsula que se desarrolló era de pequeño tamaño, poco más que una carcasa para el motor en sí y para llevar a un máximo de dos personas.

Una vez el proyecto del Túnel de Gusano fue finalmente puesto en práctica, el gozo de lo que parecía ser el zénit de la capacidad humana cayó en saco roto. Se vio que el viaje a través del tiempo era únicamente viable a épocas que presentaran el Túnel de Gusano, ya que viajar a tiempos anteriores a éste planteaba el problema que dio origen a su tecnología. Por otro lado estaba el tema de las paradojas temporales. Aquel era un asunto delicado, ya que se trataba del desconocimiento de las consecuencias que podría traer consigo rasgar el tejido espacio-temporal. Se paralizó cualquier proyecto que incluyera un viaje en el tiempo por miedo a las paradojas. Ese era mi campo de especialidad.

Y estaba a punto de realizar el experimento que confirmaría mi hipótesis más elaborada. Cómo no, con la ayuda inestimable de Jethro.

Le apunté con mi arma aturdidora a sabiendas de que él no sabía que con ella no podría matarle.

- Levanta.

El efecto de la droga que le administré sólo duraba unos minutos. No necesitaba más. Lo justo para meterle en el dispositivo de teletransporte y llevarle hasta el Túnel sin que opusiera demasiada resistencia.

- Yo… No he hecho nada… – se atrevió a decirme.

- Sí lo has hecho de donde vengo yo. Eso es suficiente. He dicho que te levantes.

A punta de pistola le llevé frente a la pequeña cápsula a la entrada del Túnel.

- ¿Qué me vas a hacer? – preguntó.

- Tengo que agradecerte tu dedicación, Jethro. Conseguiste formar parte de una empresa de investigación importante, la que le dio al mundo los viajes en el tiempo, nada menos. La misma empresa que me empleó a mí. Trabajaste duro para conseguir tu propio laboratorio y, mientras ofrecías a tu jefe pequeños éxitos que no te satisfacían, trabajaste en secreto en tu obra maestra.

¿Por qué una persona iba a querer asesinar a miles de millones de personas? La respuesta es sencilla y a la vez compleja. La humanidad no ha cambiado en su esencia en más de treinta siglos. Los coches voladores, el teletransporte o los viajes en el tiempo no han eliminado los viejos prejuicios de siempre, o nuestra capacidad de crear prejuicios nuevos.

Con la colonización de Marte vino la idea de la antinaturalidad de los nacidos allí. Y con ella, el resentimiento de los marcianos. Jethro era marciano y odiaba con todo su ser a los terrícolas. Simple.

Mi esposa embarazada era natural de la Tierra.

Apoyé mi arma en su frente mientras, con la otra mano, operaba los controles que abrían la puerta de la cápsula.

- Eres el mayor monstruo de todos los tiempos y pagaste por ello con tu vida. Pero me sorprendí a mí mismo odiándote más allá de tu muerte. Así que pensé en esto. Espero que te guste tu creación. Ahora date la vuelta.

Abrí la puerta de la cápsula y le propiné una patada para que se diera de bruces en su interior. Inmediatamente después cerré la compuerta y bloqueé los controles manuales a los que Jethro podía acceder desde dentro.

Suspiré, en parte por alivio, y en parte por nervios. Ahora quedaba ver si mi hipótesis era correcta.

En aquel momento me encontraba en el año 3478. Manipulé los controles para enviar a Jethro al 3483, de donde procedía yo. Las compuertas de seguridad del Túnel se cerraron, y pude ver una última mirada de terror de aquel hombrecillo patético antes de que la maquinaria se pusiera en funcionamiento. Le llevaría unos minutos mandar a Jethro a mi presente.

En teoría, enviarle a un futuro creado por él suponía, en sí, una paradoja. No podía haber terminado su investigación y culminar así el Genocidio si no estaba en ese pasado. Y ahí es donde entraba en juego mi hipótesis.

Una vez el ensordecedor zumbido de la máquina hubo terminado, suspiré aliviado.

Denominé a mi teoría, meses atrás, el Ancla Temporal. Mi presencia en el pasado era una prueba de la existencia de mi presente, donde había enviado a Jethro. Un presente en el que toda la población de la Tierra había sido asesinada. Yo era el ancla que mantenía la existencia de mi universo, de mi dimensión, a salvo de la paradoja que suponía sacar del 3478 a Jethro. Por lo tanto, podía estar seguro de que en aquel momento se encontraba prisionero de lo que era mi presente, el año 3483. Era el prisionero de una época que no era la suya, donde su investigación había cumplido su enfermizo propósito.

Evidentemente mi plan no acababa ahí.

Haber trabajado en la misma empresa que él me proporcionaba acceso a ciertos datos, más aun cuando se desató el caos del Genocidio y cosas tan nimias como hachear el ordenador privado de alguien carecía de toda importancia. Saqué de mi bolsillo mi terminal de trabajo portátil, que me daba acceso a mi ordenador de empresa, desde el cual conseguí el acceso a los diarios de investigación de Jethro. Seleccioné entonces todos los archivos concernientes a su investigación genética y pulsé “Borrar”. Apareció entonces un aviso de confirmación del comando.

En el momento en el que confirmé la orden, mi plan culminó.

El Ancla Temporal, en este caso yo, es un nexo relativamente débil. Una segunda paradoja borraría la existencia de mi presente. Una segunda paradoja como eliminar todo vestigio de la investigación que daría lugar a mi presente, por ejemplo.

¿Qué puede hacer alguien tan sediento de venganza que piensa que matar no es suficiente?

Yo atrapé al causante de mi furia, le envié a un futuro que no era el suyo, y corté la cadena de acontecimientos que llevaba a dicho futuro.

Para hacerlo más simple, eliminé a Jethro de la realidad.

Lo hice a costa de quedarme atrapado en un tiempo que no era el mío. Pero era un tiempo en el que otro yo podría ser feliz, con su esposa y con sus futuros hijos. Eso es suficiente para mí. Puede que intente rehacer una vida desde cero. Incluso me he planteado el suicidio, aun no estoy seguro de qué hacer.

Pero estoy seguro de que el tiempo lo dirá.

lunes, 31 de octubre de 2011

Zero



Todos necesitamos un descanso...

¡Eh! ¿Sabíais que podríais tener esta tira en forma de marcapaginas?

sábado, 15 de octubre de 2011

Treveron's Paradox: MERCHANDISING

Oh, sí, habéis leído bien el título. ¿Queréis ser los orgullosos poseedores de...ESTAS RICURAS?



¿Son MARCAPÁGINAS?

¿Son TIRAS?

¡¡Son LAS DOS COSAS!!


¡Marque las páginas de sus libros/cómics/manuales/etiquetas del champú sin piedad!

¡Compre varios, abaníquese y despídase así del calentamiento global!

¡Láncelos a modo de shurikens para matar a sus enemigos... de risa!

¡O símplemente cómprelos para enriquecerme!

Las tiras de Treveron's Paradox, impresas y plastificadas con un tamaño reducido y manejable, por el módico precio de 2€ la unidad (gastos de envío no incluidos).

- Disculpe, autor local, pero no sé si ha notado que estamos en crisis...


¿Crisis? No, creo que no he oído nada al respecto. ¡Pero no importa! Porque ofrezco una oferta sempiterna de 3x2: ¡llévense 3 al precio de 2! (mi director de márqueting me sugirió que no lo hiciera al revés).

- Pero, autor local, a mí todavía no me convence su producto.


Me estás tocando las narices, ¡pero me alegra que lleguemos a este punto! Porque con la venta de marcapáginas ofrezco el hasta ahora inédito...

SERVICIO DE TIRAS A LA CARTA DE TREVERON'S PARADOX


¡Efectivamente! Podréis ser los poseedores de TIRAS EXCLUSIVAS cuya temática será elegida únicamente por VOSOTROS. Deportes, situaciones, cómics, videojuegos... ¡Lo que sea!

Para realizar los pedidos no tendréis más que mandarme un mail a mi dirección, andres_m_b@hotmail.com diciéndome qué queréis de mí. Habría tres posibilidades:

1) Que me digáis qué tiras queréis, suponiendo que tengáis en mente alguna ya existente.

2) Que me propongáis un tema para hacer la tira. Ojo, los temas tendrán que ser aprobados por mí. No admitiré temas de mal gusto o de películas/series/juegos que yo no haya visto, por razones obvias.

3) Que me pidáis un magnífico PACK SORPRESA, diciéndome simplemente un número de tiras que queráis y dejando a mi elección. Os aviso que tengo un gusto que te cagas...

Un apunte. Las tiras a pedir deben de ser de 4 viñetas. Afortunadamente, la mayoría lo son, pero si quisierais una más larga, notificádmelo para ver si se puede redibujar a dicho número de viñetas.

Una vez acordado el pedido os mandaré el número de cuenta para hacer el ingreso. OJO, me tendréis que confirmar si queréis que os haga el envío por correo ordinario o certificado y correr con los gastos pertinentes. NO ME HAGO RESPONSABLE DE PÉRDIDAS POR CORREO ORDINARIO. Lo siento, pero uno ha de cubrirse la retaguardia. Sois gente maja, seguro que lo entendéis.

- Pero, autor local...


¿He mencionado ya que todas las tiras estarán firmadas y dedicadas?

- No, si no era eso...

BIENVENIDO AL CAPITALISMO, GILIPOLLAS.

En fin, si he podido convencer a este simpático comentarista anónimo, seguro que os he convencido a vosotros.

Y recordar, LAS TIRAS-MARCAPÁGINAS DE TREVERON'S PARADOX. ¡Coleccionadlas! (DIOX, SIEMPRE HABÍA QUERIDO DECIR ESO).

Dejaré un enlace en el Sidebar para los despistados

¡Decídselo a vuestros amigos!

¡Cuídenseme!

miércoles, 5 de octubre de 2011

Sleeping Giant



Una chorradina que se me ocurrió la última vez que comí en un chino, ya ves... xD

En el siguiente post... puede que hablemos de negocios...

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Audiotales: Wedding in Blood I: The Wife



Seguimos con el segundo audiorrelato para que vayáis pillándoles gustico. Esta vez se trata de otro Fanart Invertido, un inquietante relato inspirado por un dibujo de mi churri, Mirian Frías y leído por un servidor de ustedes. Podéis leer el susodicho aquí.

Y aprovecho la coyuntura para hacer eco de otro proyecto. Desde hace unos meses tanto Miri como yo, junto con un elenco de profesionales (de los de verdad) colaboramos en la factura de el podcast La Rotoscopia, que trata temas relacionados con la animación desde un punto de vista divertido a la par que riguroso. Llevamos ya la friolera de tres programas, a cada cual MEJOR, y pese a que en teoría es quincenal, la periodicidad es siempre relativa xD

Dejaré en el Sidebar un link para que siempre podáis echarle una oreja. ¡Espero que lo disfrutéis!

¡Cuídenseme! =)

jueves, 15 de septiembre de 2011

Audiotales: The Moon and the Butterfly

En una constante búsqueda de innovación y de poder ofreceros cosas chachis...

Fracasé.

Pero afortunadamente tengo buenos amigos que se sacan de la manga ideas de las que te puedes aprovechar. Y así, queridos amigos, gracias al buen Álex Berlanga, nace una nueva sección:

¡AUDIORRELATOS!

Los relatos de este blog ahora no tienen por qué leerse (vagos de las narices) si no que pueden escucharse de mano de las sensuales voces de Álex, de Nixarim o incluso de un servidor. Y así, sin más dilación, os presento el primero, el original que un día Álex me enseñó sin que me lo esperara. Uno de los últimos fanarts invertidos: La Mariposa y la Luna:



¡Espero que lo disfrutéis!

¡Cuídenseme!

P.D. ¡Servidor ya tiene Twitter! Podéis seguirme buscando a TrevvieAAMB! =)

sábado, 10 de septiembre de 2011

Watcha thinkin' 'bout?



Aquí estamos de volvida, tal como predije. Y estad atentos porque la siguiente actualización será una de las novedades de éste, su blog amigo.

¡Cuídenseme!

viernes, 2 de septiembre de 2011

Opening


Antes que nada, aclarar que esto no es un relato. Simplemente me he dado cuenta de la cantidad de tiempo que no me abro en mi blog, al que solo le he dedicado tiras e historias ultimamente.

Es obvio que habéis notado la ausencia de actividad por aquí, y sabed que no tengo ninguna intención de cerrarlo, pero este último año ha sido movido y raro, y esas cosas afectan a mi creatividad. Creedme cuando os digo que nadie lamenta este hecho más que yo.

Este año era, en principio, el último de mi carrera. Imaginad la presión... Además, tenía el ojo echado al sitio en el que más me hubiera gustado hacer las prácticas de empresa y más tarde trabajar. El sitio de mis sueños, vamos. Ya tenía pensado el máster que quería hacer, cómo encauzar esta última etapa de mi vida para cerrarla después de más de 20 años estudiando.

Pues bien, en el sitio de mis sueños, eso sí, con mucha educación, me dejaron claro que no era lugar para mí y que no podría entrar nunca. Además, por culpa de una asignatura, la que más detesto de la carrera, no voy a poder hacer el máster este año ya que suspendí la recuperación. Digo "por culpa de esa asignatura" sin quitar mi parte de culpa, pero éramos 60 haciendo ese examen y suspendieron 48. No sé dónde acaba nuestra culpa y comienza la del profesor... Y no sé si podré, por ende, graduarme este año siquiera.

Así que me he quedado sin título, sin máster y sin "sitio de mis sueños". La sensación es un poco rara. Esto, como me gustaría que comprendierais, afecta a la cabeza de uno.

Siempre me he considerado una persona competitiva y vanidosa. No me gusta hacer algo que no vaya a ser lo suficientemente bueno tanto para mí como para los demás. Y durante gran parte de este año he sentido que no sería capaz de hacer cosas que realmente valieran la pena. Sí, participo en un par de sitios de manera periódica, y me gusta lo que hago, pero me gusta pensar que lo mejor lo dejo para el que ha sido mi refugio desde hace 4 años (joder, y no he celebrado ningún aniversario como es debido...). A todo esto hay que sumarle una supina reducción en la cantidad de comentarios en las últimas publicaciones, que achaco a una falta de ilusión por parte del lector que ve cómo esto cada vez tiene menos actividad. Esto hiere mi ya mencionada vanidad, pero el culpable muy posiblemente siga siendo yo.

Afortunadamente, no todo en este año ha sido malo. Sigo con mi churri, a sabiendas de que seguiré siempre con ella. Tengo un grupo de amigos por el que daría la vida y, oyes, este año me han cogido en dos páginas web donde me han permitido publicar tiras sobre videojuegos además de que me han seleccionado en el Weezine de este año con una página entera. Hace ilu =)

Y tengo que decir que tengo más proyectos en mente. No quiero adelantar nada, pero puede que abra algún webcomic más en Subcultura, siguiendo una de mis "pseudosagas", además de otros asuntos de índole audiovisual. No digo más =P

Ya estoy escribiendo uno de mis relatos más ambiciosos (porque lleva en mi cabeza AÑOS). Seguiré con proyectos anteriores como The Nether o Below the night clouds. Y tiras, montones de tiras.

En fin, no se me ocurre qué más vomitar por aquí. Ya no creo que sea justo pediros que sigáis ahí, dada mi ausencia, pero yo...






Y va a ser por mucho tiempo.

¡Cuídenseme!

domingo, 5 de junio de 2011

Juegando 1-4

Seguimos con la tradición milenaria de recopilar, esta vez con las primeras 4 páginas (que no tiras, esta vez) de "Juegando", mi pequeña contribución a la revista de videojuegos on-line Games Tribune Magazine (a los que nunca dejaré de agradecer la oportunidad). Por cuestiones de formato lo mismo tendréis que pulsar en la imagen para verla en grande, ¡pero espero que las disfrutéis!










¡Cuídenseme!

martes, 17 de mayo de 2011

Say goodbye


Basado en hechos reales, como las mejores tiras.

!Y dedicada a mis compis de japonés!

Shinsetsu de, omoshiroi desu yo!! =D

lunes, 16 de mayo de 2011

Blue Dress

Antes de leer este relato, sólo decir que no esperéis algo típico de este blog. Esta es una historia basada en hechos reales cuya protagonista es la abuela de una buena amiga y que me fue contada por la madre de ésta. Me conmovió y quise escribir algo diferente respecto a lo que suelo hacer. Espero que os guste.
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La antigua y ancha puerta de madera se resistió a ceder. Y cuando lo hizo, una nube de polvo pareció manar de su pesada estructura. Era evidente que hacía mucho tiempo que se abrió por última vez.

- Ale, ya está, Tata.

La octogenaria señora cruzó el umbral por delante de su biznieto, de 21 años, a la amplia entrada del caserón. Inmediatamente, comenzó a recorrer con la mirada cada pasillo cada pared amarillenta, desconchada, y todo el suelo cubierto de polvo.

- ¿Me puedes recordar por qué estamos aquí? – dijo el joven con un bufido propio de la impaciencia de su edad.

La mujer calló con un gesto de mano la grosería del chico, y comenzó a recorrer la casa con los pasos cortos y cansados por los años, pero con firmeza. Se detuvo delante de la primera habitación, tras haber dejado atrás la herrumbrosa cocina. Sin vacilar, se acercó al armario que había junto a la cama y lo abrió de par en par. Su biznieto la seguía.

- ¿Qué buscas? – preguntó, algo más movido por la curiosidad.

Hacía mucho tiempo que Tata no recorría aquellos pasillos. Y a pesar de que olvidaba con facilidad los pequeños detalles del día a día, los recuerdos que le traía aquella casa estaban gravados a fuego en su memoria.

Ella tenía trece años cuando corría el año 1943. Su tío, el hermano de su padre, había fallecido en un accidente en la fábrica de calzado en la que trabajaba. Aquellos, recordó Tata, eran otros tiempos. Su familia estaba de luto y por aquel entonces éste se prolongaba más allá del funeral, la misa y el entierro. Ella se sentía algo culpable porque apenas conocía al fallecido, pero aun así honró esta costumbre.

Los días que siguieron se tornaron sombríos, debido a los ánimos decaídos que reinaban en su casa y a las ropas negras propias del luto. Cada día se convirtió en una triste copia del anterior, y si bien siempre permanecía la esperanza de que el luto llegara a su fin (aunque le removía la conciencia pensar así), este se antojaba lejano e inalcanzable.

Pero un día, uno que no olvidaría mientras viviera, todo cambió.

Tata estaba en casa de su abuela Josefa, que se llevó a su madre a uno de los cuartos mientras ella se quedó en la sala de estar, jugando con el pastor alemán que vivía con ellos. Al cabo de un rato, su madre reapareció seguida por detrás de su abuela. Ambas miraban a la pequeña.

Tata recordaba cada rasgo de su madre: su ancha sonrisa, sus ojos brillantes, su andar vivaracho. La recordaba con nitidez precisamente porque su ánimo contrastaba completamente con el de los últimos días. Con esta alegría, su madre se acercó a ella portando un paquete que, para la sorpresa de la por aquel entonces joven Tata, era para ella.

Aquellos eran tiempos muy difíciles. El lujo de los regalos y los caprichos quedaban restringidos tan solo a los apoderados. Y sin embargo, aquella austera caja de cartón blanca, con la rúbrica de una marca que no reconoció, era para ella. Únicamente para ella.

Tan solo aquel gesto hacia ella la hizo sentir la niña más especial del mundo. Entonces, sentándose en el sofá, abrió la caja. Y si pensaba que aquel sentimiento no se podía superar, vislumbró el contenido de ésta para darse cuenta de lo equivocada que estaba.

Era un vestido de color azul. Con una larga falda terminada en encaje con un bordado de peces y con un par de brillantes botones en la solapa de la pechera con gravados de timones de barco. La niña no entendió por qué se le llenaron los ojos de lágrimas porque aun era demasiado joven para saber que también se puede llorar de alegría.

Su madre sonrió al ver cómo se le derramaban las lágrimas y se levantaba de un salto del sofá para irse corriendo a uno de los cuartos, vestido en mano.

Le temblaban las manos mientras se quitaba su triste vestido oscuro y se ponía sobre sí aquella maravillosa prenda, fresca al tacto y con un característico olor a nuevo. La puerta del armario del cuarto tenía un espejo de cuerpo entero. Estaba preciosa, radiante, aunque no tanto por el vestido sino por la amplia sonrisa que adornaba su rostro. Echó a correr una vez más hacia la sala de estar. Su familia estaba allí, mirándola expectante.

Llegó gritando de alegría y se paró delante de su madre y de su abuela, dándose una vuelta para que le vieran. Ambas se levantaron y la abrazaron convirtiendo aquel regalo en el momento más especial de su vida.

Apenas esperó para ir corriendo al parque a que la vieran los demás niños, les conociera o no. Aquel día ella era una princesa digna de la admiración de todos. Y los demás chiquillos, aunque fuera de manera instintiva, sabían que era cierto, y no sólo el vestido en sí, sino por la inmensa felicidad que irradiaba aquella niña, que era terriblemente contagiosa. Sin embargo, ninguno de ellos sabía lo poco que ésta iba a durar.

Aquella misma tarde la joven entró en su casa aun con la alegría en el cuerpo. Como era domingo, su padre estaría, como siempre, descansando mientras leía el periódico. Así que la niña fue corriendo en su busca. Era demasiado joven como para entender porqué su padre no compartió su alegría y la mandó a su cuarto. No lo hizo enfadado, pero el tono de su voz denotaba que algo no iba bien. La chiquilla, algo más desinflada, se fue a su cuarto y esperó, mientras le enseñaba el vestido a su muñeca de trapo favorita. Poco tardó en entrar su madre y pedirle que se sentara en la cama para hablar con ella.

No podía creerlo. No era justo. No podía estar pidiéndole su vestido azul. Era imposible que resultara tan sencillo como que su padre les recordara que debían seguir de luto riguroso para arrebatarle la sensación que obtuvo aquel día. Los ojos se le llenaron de lágrimas mucho antes de que los sollozos atenazaran su garganta. La habían convertido en princesa y la habían destronado. Aquella tarde ella había brillado como un zafiro entre el carbón para después verse obligada empañarse de nuevo. Su madre llevaba en sus manos el vestido negro, esa prisión de carbón de la que se había desprendido y se lo estaba entregando. Un gesto que a pesar de ser tan simple implicaba emociones tan complejas que su madre sería incapaz de entenderlas, y que ella era demasiado joven para explicar.

Así, una vez su madre la dejó sola e nuevo se deshizo de su vestido azul. En silencio. Mucho, muchísimo más lentamente que como se lo había puesto. Por un momento se le pasó por la cabeza destrozar el vestido, animada por la rabia y la frustración que la estaban quemando por dentro. Pero no hubiera podido hacerlo nunca. No habría sido capaz de destruir algo que la había hecho sentir tan especial. Y ella lo sabía. Y así el desamparo y la tristeza crecieron y crecieron.

Cuando salió de la habitación con aquel vestido, tan oscuro como su semblante, fue incapaz de mirar a su padre a la cara. Por aquel entonces la palabra del cabeza de familia era ley, y sus órdenes debían acatarse. Desafiarle no hubiera servido más que para recibir unos azotes y provocar una seria discusión con su madre. Ésta la miró con un gesto de complicidad, pero la chiquilla no sintió ningún consuelo.

Los días pasaron y su ánimo no mejoró. Volvía a hablarle a su padre, pero únicamente para no empeorar la situación. Si el luto ya parecía inalcanzable antes de haber visto el vestido azul, ahora estaba segura de que lo era. El vestido desapareció. Alguna tarde se animó a buscarlo a escondidas en los armarios de su casa. Quería aunque fuera admirarlo desde la distancia, saber que, al menos, seguía ahí. Pero nunca más lo vio en aquella casa. No en aquella casa.

Fue en una reunión familiar con un motivo tan poco importante para ella que ni lo recuerda. Allí estaba su abuela, sus tíos, tías, primos y primas. No obstante le fue fácil distinguir, entre la multitud de familiares, el brillante color azul de su vestido, lucido por su prima, algo mayor que ella pero de su misma estatura. Al parecer, puesto que el luto provenía de la rama de la familia de su padre, su prima, al ser por parte de madre, estaba exenta de llevar prendas negras. Pero las razones le daban igual. Frustrada y celosa, la niña corrió a refugiarse en el baño durante horas, llorando con la cabeza entre las rodillas y las manos fuertemente asidas a las mangas de un traje negro que estaba deseando arrancarse de encima.

Ahora, Tata acababa de volver del funeral de su prima junto a su biznieto y rebuscaba en los armarios del caserón de sus tíos con una resolución digna de un resentimiento que había perdurado durante toda una vida. Su esfuerzo se vio recompensado al abrir la puerta del armario de una de las habitaciones pequeñas y ver la prenda de sus sueños.

Ya no era tan azul, así que le costó un poco reconocerlo entre los otros antiquísimos trajes. Los botones ya no brillaban. El encaje estaba deshilachado. Aquí y allá tenía agujeros provocados por las polillas. Ya no olía a nuevo.

Pero Tata lo cogió con la ilusión del primer día y lo apretó contra su pecho. Lloró. Lloró a su prima fallecida. Lloró a su padre que, pese a ser tan estricto, tanto la quiso. Lloró a su madre y a su abuela, cuyo amor le concedió uno de los momentos más especiales de su vida. Y finalmente lloró por sí misma, para lavar su resentimiento.

Su biznieto no sabía por qué lloraba. Pero sí sabía que no necesitaba nada que entender mientras la abrazaba.

sábado, 7 de mayo de 2011

Little Bits 1-5

Aquí os dejo con las primeras cinco tiras que he publicado en la web de videojuegos y entretenimiento electrónico Videoshock, a los que les agradezco la oportunidad de afrontar este reto. Iré poniéndolas por aquí de cinco en cinco una vez cada poco más de un mes, pero podéis verlas semana a semana (casi todos los jueves) por allí. ¡Espero que os gusten!











¡Cuídenseme!

lunes, 25 de abril de 2011

Faceless ghost

¿A quién le importa los motivos que tenía la paciente de un hospital psiquiátrico para suicidarse? A nadie.

Pero nadie olvidaría aquella visión.

La luz del pasillo tras ella no permitía ver su cara mientras se sostenía de pie sobre el alféizar de la ventana. El sobrio camisón blanco que llevan los pacientes del hospital hondeaba al viento, haciendo visible la desdibujada línea de su hermosa silueta. Su pelo, largo hasta más allá de la cintura por la dejadez de su reclusión, y negro como la brea, bailaba al mismo son que su ropa.

El fantasma sin rostro. Así se conocería por siempre. El hospital fue cerrado por el ayuntamiento, dadas las acusaciones de negligencia por parte del pueblo. Pero el edificio sigue siendo un mudo testigo de su salto.

Los testigos siguen despertándose por la noche sobresaltados y empapados en sudor. Llaman a esa manera de morir “el salto del ángel”. Los suicidas se dejan caer con los brazos extendidos para entregarse a la caída. Pero esas alas no alzarán vuelo alguno.

La luna estaba medio cubierta por densas nubes, y a pesar de estar llena no conseguía iluminar su cara. Sin embargo, era suficiente para dibujar su silueta contra la fachada del hospital mientras se precipitaba hacia el suelo. Los más excéntricos afirman que esa sombra era el demonio que la empujó y se la llevó consigo. Los poetas dicen que cuerpo y sombra representan conciencia y subconciencia de acuerdo por primera y última vez en una mente perturbada y quebradiza. Otros simplemente dicen que la pobre chiquilla tenía problemas.

Pero todos están de acuerdo en una cosa. Ninguno duda que se trataba de una tragedia pero desde la persona más sensata hasta el loco más intratable afirman, en contra de toda lógica, lo hermoso que fue. Y tal vez sea eso lo más terrorífico de aquel salto.

El sensual cuerpo de la mujer que se adivinaba al trasluz de su camisón. Cabellos y ropa movidos frenéticamente por el aire, como si quisieran volar. El caprichoso juego de luces que impedían ver el rostro de la mujer, sumiendo aquel momento en un misterio que perviviría muchos años después. Y sobretodo muchas, muchas noches.

Algunos afirman que en sus pesadillas reviven la escena de su cabeza abierta contra el pavimento. Otros ven como levanta el vuelo antes de alcanzar el suelo y flota hacia ellos alcanzándoles antes de que despierten. Muchos sueñan con su rostro, aunque nadie coincide al describirlo. Mientras que unos la describen como una diablesa, otros la ven como una simple niña de ojos llorosos.

¿Y qué hay de verdad en esta historia? El historial médico de la mujer solo recogía un nombre ya olvidado y varios episodios de psicosis. Murió antes de que los doctores determinaran su origen, alimentando así el mito. Algún día, aquellos desgraciados que presenciaron la caída del fantasma sin rostro fallecerán, más o menos desquiciados por la negra magia de sus malos sueños recurrentes. Algún día, el hospital será derruido. Puede que la gente olvide que detrás de esta leyenda urbana había una mujer que quiso terminar con su vida.

Pero así son los misterios.

viernes, 18 de marzo de 2011

Not a Meme, though



En otro orden de cosas, cuando me conecto al panel de control de blogger me dice que tengo 99 seguidores. Lleva siendo así desde hace bastante tiempo, ¿nadie se anima a ser el 100? xD

¡Cuídenseme!

jueves, 3 de marzo de 2011

Ah, women...



Pero seguimos tirándonos por el balcón, ¿verdad, chicos...? =P

miércoles, 16 de febrero de 2011

Oh, oh, oh, it's Magic!

¡Estoy vivorl!

Está bien, está bien, creo que ya me he disculpado lo suficiente por mi ausencia... ¡Soy un hombre ocupado, maldita sea! x_D

Bromas aparte, estoy en mi último año de carrera y tengo que aplicarme como nunca (no ha ido mal la cosa, 7 aprobadas de ocho, si no me equivoco) y el agobio ha hecho que no ande muy sobrado de inspiración. Además, la poca inspi que tengo la gasto en mis colaboraciones de Videoshock y Games Tribune Magazine. En cualquier caso no penséis ni por un instante que he perdido la ilusión de seguir con esto.

Ahora... lo importante. ¿Queríais una tira?

¡Pues tomad todas las que queráis!




(Hacer clic en la imagen para verla a tamaño completo)

Os recomiendo que os descarguéis la imagen, la leáis con tranquilidad y os echéis unas risas a mi salud, ¿vale?

Os he echado a todos de menos, malditos. Así que seguid ahí, porque yo aquí me quedo. Intentaré volver a postear con alguna tira o algún relato (no creáis que me olvido de cosas como The Nether, Below the Night Clouds y mis/vuestros Fanarts Invertidos) en como máximo una semana.

Sin más que decir...

¡Cuídenseme!

P.D. La "Tira Mágica" es una idea original de Fadri =)